martes, 28 de octubre de 2008

UNA MIRADA ACTUAL SOBRE LA INDIA por Natalia Braidot

Cuatro artistas indios nos ofrecen la posibilidad de activar la mirada y la percepción contemporánea sobre la compleja realidad política y social del subyugante país del sur de Asia.
El arte de la India ha sido víctima de una falta de interés, una palpable indiferencia que se remediará a través de la exposición que actualmente presenta La Casa Encendida. Bajo el discutible título Reflejos de la India contemporánea, se exhibe una pequeña muestra que, si bien no puede tomarse como un reflejo integral del arte indio, sí permite conocer a cuatro artistas ya poseedores de un destacado renombre en el mundo del arte contemporáneo. Cuatro artistas escogidos debido al profundo diálogo que producen entre su cultura y su producción artística. Un arduo trabajo de campo realizado por la comisaria de la exposición, Luisa Ortinez, quien en una labor transcultural, estuvo dos años en la India para empaparse de este arte.

Los artistas provienen de diferentes ámbitos de la India, un país cuyas disparidades se pueden atisbar en la diversidad de los temas utilizados así como en la elección del medio artístico. Sheela Gowda (1957, Bhadravati), abandonó la pintura para dedicarse a la escultura y a la instalación utilizando materiales humildes, cotidianos y a la vez locales con los que plasmar sus reflexiones en torno a las tensiones sociopolíticas de su país. Así lo ejemplifica en A blanket and the Sky (2004), obra realizada con bidones de alquitrán utilizados en la construcción pero que en la India sirven también, una vez allanados, de cobijo efímero a los trabajadores nómadas del país. Y en esta paradoja, el austero tamaño de las casuchas se engrandece conmemorando su fragilidad.
Anup Mathew Thomas (1977, Kochi, Kerala) nos muestra, a través de sus fotografías-documentales, las narraciones de su vida. Representa lo histórico y lo político, lo cotidiano y lo habitual, e incluso lo autobiográfico, para testimoniar la curiosidad por su propia tierra. La exposición presenta, entre otras, la obra Light Life (2006), una instalación fotográfica que hace referencia a la clausura de las salas de baile en Mumbay en el año 2005, por creerlas lugares propicios para el crimen y la prostitución. El artista, a través del cambio lumínico en el fundido de las imágenes, se hace eco de la ausencia que la censura de estos sitios provocó. Una forma quizás un tanto sutil de pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.

Dentro de esta meditación y análisis sobre las fracturas de nuestra época se alza la obra de N. S. Harsha (1969, Mysore), un artista que se expresa a través de la pintura, las instalaciones y las colaboraciones en eventos comunitarios de gran interés. Come Give Us a Speech (2008), es una obra que por sus gigantescas dimensiones, ha tenido problemas en su traslado aunque afirman que llegará dentro de dos días, lo que sin duda será un momento oportuno para ir a visitar esta exposición. En ella, Harsha revela su íntima relación con los comics y el aprecio por la tradición de la miniatura en la pintura india. Pero la singularidad de esta obra es la heterogeneidad de sus miles de personajes que están a la espera de un orador. Un orador que parece trasvasarse a la figura del espectador como auténtico partícipe de la obra. El público ya no es un término ideal, sino que se trata de un elemento formador del proceso creativo.

En el tramo final de este recorrido, se encuentra la única obra expuesta de Amar Kanwar (1974, Nueva Delhi) The Lightning Testimonies (2007). En el año 2002 se produjeron en la ciudad de Gujarat una serie de enfrentamientos que, entre otras atrocidades, provocaron ultrajes, mutilaciones y violaciones a mujeres y niñas como parte de la estrategia terrorista. Este y otros episodios causaron un gran impacto en Amar Kanwar quien, a través de sus video-instalaciones, explora la forma de dar a conocer estas infames experiencias y asegura, al mismo tiempo, un futuro con memoria. Sus ocho pantallas relatan la humillación encarnada en el cuerpo de la mujer, otorgándoles un espacio de digno protagonismo.

Las expresiones artísticas que se pueden recorrer en estas salas no son propicias a una mirada rápida y fugaz, ni apropiado sería valorarlas desde un punto exclusivamente formal o iconográfico. En esta exposición, como diría Heidegger, La obra habló. Habló de un mundo que nos remite a las experiencias humanas en el dominio de la reflexión y comprensión del entorno. Habló de un miedo al olvido.

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