martes, 28 de octubre de 2008

¿LEJANA INDIA? por Alejandro Rodríguez

India, 1.100 millones de habitantes, más de cien lenguas distintas.
Basado en esta obviedad, La Casa Encendida nos presenta a cuatro artistas indios como aperitivo al gran almuerzo que significa ARCO, cuyo invitado este año será precisamente India. Para entonces todos habremos perfeccionado nuestro acento hindi y esta muestra debería constituir una especie de entrenamiento, una clase de lenguaje si se quiere, pero con su caótico montaje nos han arrebatado las vocales y el idioma, entonces, no lo entiende ni Vishnu.

Debido a la distribución de las salas y a los rótulos invisibles, uno no sabe si entra a una exposición, a una bolera o a un Starbucks. De esta manera, la aparición en la sala es toda una sorpresa. El azar me llevó a la videoinstalación de Amar Kanwar (1964), The Ligthning Testimonies, formada por ocho proyecciones que tratan el problema de las mujeres víctimas de la violencia sexual en la frontera indo-pakistaní. La sala se convierte en un prisma, un juego de espejos que da luz a un mismo problema, una pluralidad necesaria para acercarnos aún más a la verdad de una desgracia recurrente. Kanwar, desde la Documenta de Kassel (2003), ha paseado por medio mundo su incisiva visión del poder y la política en relación con las capas más bajas de la sociedad. Su alegato se hace sutil gracias a la lírica de sus imágenes y de su lenguaje, consiguiendo una paz tan pesada y grave como la de Gandhi.

Otra sala. Sheela Gowda (1957) se presenta y su saludo consta de dos acuarelas y dos esculturas. Las dos pinturas nos remiten imágenes de violencia, ejercida esta vez de hombre a hombre. Parece el hilo conductor del Indostán, al menos de su creatividad. Al asomarnos a su escultura A Blanket and the Sky(2004) percibimos una atmósfera fúnebre por el color gastado y la frialdad de los bidones de alquitrán, material único de la obra, también por la manta, con aspecto hiriente, de faquir. Pero al meter la cabeza y alzar la vista vemos el cielo y sus estrellas, unas sencillas perforaciones en la chapa. Esta honestidad de Gowda encandila y tiene la brillante propiedad de convertir un objeto grotesco en una caja de música nacarada.

Anup Mathew Thomas es el siguiente y al principio me decepciona. La serie de diapositivas Well, basically this is about Thomas Jacob, bueno, vale, pues eso, básicamente trata sobre Thomas Jacob, su padre. Y nada más. Otra cosa distinta es la serie Metropolitan(2006), unas fotografías de obispos cristianos (religión minoritaria en la India) cuya presentación y atuendos nos hace sonreír (¡parecen los malos de Flash Gordon!) a la vez que nos inquietan, pues sabemos que todos ellos ostentan algún tipo de poder. Anup, hijo, ve con cuidado, no queremos que seas el nuevo Rushdie. Y tras la galería de esperpentos, una serie de pistas de baile vacías proyectadas sobre la pared. No hay gente porque se prohibió el baile, sólo se mueven los focos, cambiando de color. De nuevo la paz y el silencio como denuncia, otra vez la fuerza del poema estático.

En la misma sala, se exponen las pinturas de N.S.Harsa, cuya visión de la cultura y la política vuelve a ser violenta, presentando una multiplicidad repetitiva donde los personajes viven angustiados, oprimidos, estresados. Multitudes recorridas por fantasmas, ejecutivos vomitando nubes negras, payasos de narices sangrantes, son los elementos de un bestiario que nos absorbe (gracias a las grandes dimensiones de los lienzos) y nos sumerge en la histeria.

Al final de la exposición voy a la sala donde se proyectan cuatro entrevistas hechas a los artistas por la comisaria Luisa Ortínez, lo cual me aclara algunos conceptos aquí plasmados, algo que agradezco sobremanera. Pero, recapitulando, ¿qué me quieren contar? ¿Qué en la India ya no mandan los ingleses?¿Qué Kipling ya no es un referente?¿Qué no hay blanquitos sobre tigres abatidos?¿Qué los bigotazos blancos ya no están de moda? Ortínez dice “La intención es la de acercar al espectador a unos creadores de una realidad cultural muy diferente a la nuestra”, pues si esa es la intención, error mayúsculo, ya que la violencia de género, el poder de la religión, la angustia de la modernidad, la represión policial, es algo tan cercano como el curry que, sin saber su composición, enseguida reconocemos su sabor.

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