martes, 28 de octubre de 2008

¿PRETENDIDA INCONSISTENCIA? por Luis M. Ruiz

Reflejos de la India contemporánea
Comisaria: Luisa Ortínez
La Casa Encendida, Ronda de Valencia, 2
21 de octubre- 4 de enero de 2009


No están, como es obvio, todos los que son, pero aunque sí sean todos los que están uno no puede dejar de sentir la sensación de que, no sólo se ha dejado mucho por el camino, sino que lo que hay tampoco llega a colmar las esperanzas del bienintencionado espectador. Es realmente imposible pretender compactar la realidad de la India, un país lleno de complejidades sociales, culturales y religiosas, en una muestra por ambiciosa que sea. En eso estamos de acuerdo. Pero los problemas que nos encontramos en La Casa Encendida son de otro tipo. En primer lugar hay cierta laxitud en el planteamiento conceptual. Nada más allá del hecho de que los artistas sean indios parece interconectar las obras expuestas. Se echa de menos, por lo tanto, un argumento que articule las obras más allá de su nacionalidad. Un proyecto curatorial más consistente. Hay guiños hacia cuestiones de carácter social pero todo queda enfangado en una excesiva generalidad. El título de la propia muestra es un claro reflejo de ello (y espero que mis pacientes lectores disculpen el juego de palabras fácil). Se nos pretende mostrar, como nos dice Carmen Contreras, directora gerente de la Obra Social Caja Madrid en la presentación del catálogo, los reflejos de una India contemporánea que aúne pasado y presente; tradición y modernidad; así como las diferentes comunidades, religiones y manifestaciones sociales y artísticas. ¿No es, tal vez, un objetivo muy ambicioso para un planteamiento tan exiguo? ¿No es algo que se debería haber mostrado desde una óptica concreta y no a través de una difusa generalización? ¿O acaso no se ha querido ir más allá para no pringarse las manos de barro?

Es indudable que, a pesar de lo dicho, hay obras que logran sobrevivir al naufragio. Destacables son, al respecto, las obras tanto de la escultora Sheela Gowda como las del cineasta Amar Kanwar. En el trabajo de la artista india tiene una gran importancia la elección de materiales para sus obras; cosa que es patente cuando nos enfrentamos a dos de ellas: las esculturas A Blanket in the Sky, cuya estructura está concebida a partir de planchas de metal procedentes de barriles de alquitrán, y Chimera, que es un barril de alquitrán mismo. La artista insistió mucho en realizar todo el proceso de elaboración hasta recuperar su forma original ya que no quería contar con objetos vacíos y sin pasado sino con materias que tuviesen una historia susceptible de ser continuada por su obra. De Sheela Gowda también se puede destacar el díptico 2/7, Agneepath, donde realidad, ficción y violencia se entrecruzan de manera inextricable. Pero, sin duda, la obra que tiene mayor interés es la video-instalación The Lightning Testimonies del artista Amar Kanwar, quien nos sorprende con una obra de gran carga poética. El visitante pasa de la asepsia propia del “cubo blanco” de la galería a la oscuridad de una pequeña sala en cuyos muros cuelgan ocho lienzos sobre los que se proyectan las imágenes que, sin solución de continuidad, van envolviendo al espectador (y precisamente en lienzos, interesante reflexión sobre la función de éstos en el mundo del arte actual). Tanto la estética, que es de una sobrecogedora textura cromática, como el ritmo con el que fluyen las historias hacen que el espectador se vea sensualmente atrapado. Los desgarradores testimonios que se proyectan nos cuentan, entre otras cosas, el precio que tienen que pagar las mujeres que habitan las regiones fronterizas indo-pakistaníes por el mero hecho de profesar una determinada religión o pertenecer a una determinada cultura en el momento y el lugar inapropiados. Dentro de la muestra también podemos ver los trabajos de dos artistas más, los del pintor N.S. Harsha, que presenta dos acrílicos sobre tela; y los del fotógrafo Anup Mathew Thomas, que nos muestra tanto unas prescindibles e insustanciales proyecciones, como una serie fotográfica de esperpéntica factura.

Por lo tanto, nos enfrentamos a una muestra muy irregular en el planteamiento y muy superficial en el resultado; que nace con el pecado original de la indefinición. No sabemos hasta qué punto esa carencia de sustancia que impregna toda la muestra es achacable al proyecto realizado por la curadora Luisa Ortínez o por las restricciones impuestas por la miopía de la institución. La principal sensación que a uno le queda cuando enfila ya la Ronda de Valencia es, recordando al célebre personaje de Cervantes, que con la banca hemos topado.

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