domingo, 14 de diciembre de 2008

ARTE Y PODER por Alejándro Rodríguez


“El arte y el poder se necesitan”. Esta es la frase que pude leer en un extenso artículo publicado en El País, a propósito de la cúpula de Barceló. Yo, que no soy un esencialista, ni un ingenuo, siento que ese tipo de aseveraciones faltan a la verdad y olvidan la inmensa mayoría de la Historia del Arte para centrarse exclusivamente en el reconocimiento tardío. Porque, al fin y al cabo, el Poder siempre llega tarde a la hora de apoyar a un artista. Cuando una Institución, un Estado, etc., reconoce la obra de un pintor, es que esa persona lleva siendo un artista hace ya muchos años. Entonces ¿cómo demonios va a depender el arte del poder?¿Acaso el bateau-lavoir necesitó ese poder?¿Acaso estuvo el Poder al lado del artista cuando éste pasó hambre?¿Estaba allí cuando Van Gogh apretó el gatillo? No. Porque al poder sólo le interesa la publicidad, no el arte. Por eso promociona ciertas obras y ciertos artistas, para encabezar una vanguardia que quizás haya perdido su nombre a esas alturas. Y, sí, es cierto, con dinero se pueden hacer grandes obras, quizás las más grandes, pero no necesariamente las mejores. De hecho la imaginación cuando más se ve espoleada suele ser en época de escasez, de guerra, de crisis, cuando, precisamente, el individuo se ve abandonado por ese Poder. Pero el arte, dirán algunos, nace preso de la Historia, de las Ideologías. Sí, es posible, por eso nace libertario, para derribar muros, celdas, dogmas y clichés. Su nacimiento es una reacción, no una inducción. Por eso el arte sólo necesita al Poder como un método de arbitraje, que no de justicia, para repartir premios y medallas. Nada más. Y si a esta ficción le decimos necesidad, pues vaya…

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