lunes, 9 de febrero de 2009

DE LA REALIDAD PERCIBIDA A LA OBRA SUBJETIVA por Beatriz Rebollo



"Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y resisten la tentación de decirlo" , pero para una artista como Zoe Leonard no sería afortunado ni comprensible el hecho de que cualquier individuo vivo pudiera pecar de “no decir”. No haría falta crear una opinión ya que el sujeto con la simple acción de hablar, escribir, pintar, fotografiar… estaría (de)mostrando que tiene algo que decir, y el problema y decisión, sería del que no quisiera oír, leer, mirar u observar. Simplemente es así, Zoe Leonard tiene muchas cosas que decir, y va re-llenando los espacios a través de un lenguaje fotográfico que contiene lo cotidiano reconstruido a través de su mirada para intentar no olvidar todas aquellas cosas que han hablado.

Zoe Leonard se considera así misma fotógrafa, no por el mero hecho de captar de forma veraz la realidad a través de una cámara, sino por ser la fotografía el medio elegido para manifestar su propia realidad. La subjetividad es propiedad del sujeto, el punto de vista de las percepciones, lenguaje y argumentos que se ven influidos por los intereses y deseos íntimos del propio sujeto condicionado por circunstancias históricas, políticas, sociales y culturales, que son imposibles de erradicar a la hora de “decir”. Ésto hace que su construcción no sea documentalista, rechaza la fotografía artística, y hace de sus ojos y sus manos un arma combativa para presentar al mundo, el mundo que no vemos, en definitiva, su particular y única visión del mismo.

Analogue (Analógico, 1998-2007), su última obra presentada en la Documente 12 de Kassel, supone una alabanza a la fotografía y una crítica a la
globalización capitalista. Zoe Leonard propone capturar el mundo entero mediante objetos cotidianos, no hace falta crear sino observar para darse cuenta de lo que existe en el mundo, su inevitable transformación y su desaparición. Todas las imágenes que la componen recogen la idea de que “la utilidad también es bella” .

Ese punto de vista, y esa ambición por capturar “todos y cada uno de los productos que hay sobre la faz de la tierra”, le han llevado a fotografiar durante diez años, y en general toda su vida como fotógrafa, lugares y objetos que ponen de manifiesto los cambios. Su particular viaje comienza en el barrio de Lower East Side de Nueva York, dirigiendo su mirada a los escaparates y fachadas de las tiendas que le han rodeado durante años y que poco a poco han ido desapareciendo. Quiere ser testigo de lo que existe, pero su mirada sin la cámara no es suficiente. Nos sitúa en principio frente a tiendas cerradas que un día fueron signos y muestras de crecimiento, y que ahora han sido relegadas por las nuevas y grandes cadenas comerciales homogenizando la visión a escala local en un principio, y de forma global en definitiva. Y esta homogeneidad es con la que presenta las imágenes, todas ellas aparentan ser naturalezas muertas conservando un formato estático, una perspectiva frontal y simétrica, e irradiando una especie de calma, que a través de su cuidada presentación en retículas, construyen el área de una figura que al sumarse dan aspecto de mapa, pero un mapa único que recoge una vida.

La repetición es una de las bases de su trabajo y lo utiliza para experimentar de alguna manera con ella misma y con el espectador además de explorar las imágenes. No quiere eliminar la visión propia del mundo a partir de un determinado sujeto, pero sí que el espectador experimente a través de la suya propia. Además le interesa captar la atención, por ejemplo intercalando el
blanco y negro con el color para que los ojos del espectador no se habitúen a lo que están viendo, y por ello tiene tanto valor el proceso de elaboración y elección de formatos, papel, película…, “la fotografía es un proceso mecánico y la única forma estilística es la subjetividad” .

Partiendo de esta experiencia en un escenario conocido, fue caminando y fotografiando todo lo que a su paso le empujaba a ser capturado. Continuó en busca de la respuesta de la sociedad estadounidense tras el 11 de septiembre, en la que la bandera de EE.UU inundaba la ciudad y aparecía en lugares que ella ya había retratado, y un encontronazo con un fardo de ropa en la calle Brooklyn terminaron por movilizar su interior persiguiendo de forma metafórica ese nacimiento, vida, muerte y re-nacimiento. Viajó tras ellos hasta Uganda y fotografío el renacer, pero en otro escenario, de lo que un día el pretencioso mundo desarrollado había desechado. Todo quedaba interrelacionado pero su necesidad le llevaba a buscar a nivel mundial (Budapest, Cuba, México…), ya no importaba el objeto sino “la vida después de la muerte”, o lo que es lo mismo esa segunda mirada que es lo que hace Zoe Leonard cuando mira la realidad, dándole una segunda oportunidad de manifestarse.

Pero su vida y su obra es un eterno viaje de ida y vuelta. Zoe Leonard al igual que el mundo está en constante evolución y mientras el exterminio de los temas que le mueven no se lleve a cabo, la artista volverá atrás siempre que lo considere necesario para su propia experimentación. Esto no es exclusivo de lo representado sino de su forma de trabajo y como respuesta a lo que sucede, unos destruyen y otros intentan detenerlo. Pero aún así acepta el paso del tiempo, no quiere ir contracorriente aunque se resiste a abandonar la fotografía analógica. Y ésto es una elección propia además de ser una contundente respuesta a los que después miran a atrás, y el resultado de dicha resistencia es el mismo que el de su obra, aunque “hay que trabajar con lo que el mundo nos ofrece ahora, sin saber que viene después”.

Al igual que nos da miedo el cambio y la muerte como sujetos existenciales e incluso cuando se habla de la muerte del Arte, para Zoe la fotografía que es un proceso largo en el tiempo y tiene un leguaje en sí mismo que tiende a desaparecer sufre lo mismo, la obra fotográfica finalmente se relaciona con el tiempo y lo acepta como parte de este medio, siendo la curiosidad el efecto positivo del constante reciclaje y exterminio.

Y dicha curiosidad es uno de los motores del trabajo de Zoe Leonard. Fotografía las cosas que le motivan, cosas que atraen su atención aunque en un principio no sepa el porqué, “el tema cae del cielo y luego lo persigo”. Pero en todo trabajo existe la excepción. En este caso se traduce por su interés deliberado por el mundo de la moda, con obras como Beauty Calibrator (1993) o Chastity Belt (1990- 1993). No elige este tema por el atractivo de este mundo particular, sino por ver a través de sus ojos un mundo manipulador lleno de prototipos y tópicos. Pero independientemente siendo fruto de un proceso intuitivo o bien deliberado y obteniendo un resultado visual diferente, la intención de transmisión es la misma, no dejar a ningún espectador indiferente cuando mire a través de sus ojos. Con el trabajo para la Documenta 9 (1992), demuestra hacer caso a su intuición, y se arriesga acercándose a la política feminista con un proyecto muy reivindicativo pese a que su obra está lejos de ser propagandística. De un modo tajante elimina los retratos con protagonistas masculinos del Neues Museum de Kassel, y los sustituye por fotografías realizadas a los órganos de reproducción femeninos de intimas amigas. Crea un diálogo entre las miradas cautivas y remarca el segundo plano ocupado siempre por la mujer, haciendo estallar su política sexual y las relaciones de poder entre los sexos7 existentes ya en el siglo XVII. Consciente de que con sus fotografías no puede controlar el voyeurismo masculino se empeña en remarcarlo de forma sutil y persigue eliminar la mirada omnipresente de la masculinidad por un momento para impregnar las salas de una fuerte presencia femenina.

Con esta forma de trabajo e intención, convierte lo capturado por la cámara en una forma de protesta particular y propia. La artista es consciente del paso del tiempo y lo ejemplifica también con su labor como escultora, en Strange Fruit (1992- 1997). Aquí las frutas no han pasado por ningún proceso de conservación, es decir, no tienen ningún tipo de conservantes, son frutas secas cortadas que une de nuevo por medio de hilos y cremalleras. Esta obra es en sí una definición de lo que su conciencia de artista quiere mostrar al espectador sobre el mundo, “mi obra es fruto de observar algo en el exterior y luego descomponerlo para volver a construirlo y ser presentado a los ojos del espectador” pero siendo consciente en todo momento de no poder parar el tiempo ni la destrucción de los objetos que invaden nuestra vida cotidiana, en este caso comparado a modo de metáfora con la vida de unas frutas secas.

A grandes rasgos Zoe Leonard se interesa por lo industrial y lo manufacturado, y la civilización en lucha directa con la naturaleza. En este entorno lleno de iniciativas la naturaleza también entra en ese juego de la subjetividad y consigue de fotografías aéreas de ríos, cataratas, ciudades, nubes… una visión única aún siendo imágenes reproducidas millares de veces, por ejemplo de lugares como las Cataratas del Niágara. Y de nuevo como fruto del inconsciente llega a parar a los museos de Historia Natural, donde la fuerza y la perversidad conviven en un mismo espacio, convirtiendo estas exposiciones en salones de trofeos y lugares de encuentro de coleccionistas. Mundos existentes encerrados entre cuatro paredes que demuestran que el mundo no ha cambiado, tan sólo se lava la cara al envoltorio y se destruye lo que realmente debería ser inmutable y eterno, o por lo menos conservado.

En definitiva, “De la realidad percibida a la obra subjetiva” es el himno que Zoe Leonard nos repite una y otra vez como artista, y que suena en voz alta cada vez que entramos en contacto visual con alguna de sus obras. Y es así como esta muestra selectiva, “Zoe Leonard, fotografías”, expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía nos permite envolvernos en su mundo paralelo y particular que no se aleja tanto de la realidad pero que el espectador desconoce e incluso a veces rechaza verse reflejado en él, así como muestran metafóricamente sus fotografías a los espejos del Museo Metropolitan de Nueva York, que niegan el reflejo y por tanto el diálogo real con el espectador.

BIBLIOGRAFÍA:

· Leonard, Z. y Blume, A., Zoe Leonard, Wiener Secession, 1997.
· Leonard, Z. Analogue, Cambridge, Mass., 2007.
· Leonard, Z. y Stahel, U. Zoe Leonard: photographs: Fotomuseum Winterthur, [1- 12- 2007 to 17- 02- 2008, and at Museum Moderner Kunst Stiftung Ludwig Vienna, 10- 12- 2009 to 3- 03- 2010]. Göttingen, Steidl, 2007.
· Aliaga, J. V., A sangre y fuego. [Espai d'Art Contemporani de Castelló], Generalitat Valenciana, 1999.
· Lebovici, E., Zoe Leonard: [exposition, Paris, Centre National de la Photographie, 9 septembre-2 novembre 1998], Centre national de la photographie, Paris, 1998.
· Leonard, Z., Analogue : Wexner Center for the Arts, The Ohio State University, Columbus, Ohio, [May 12-August 12, 2007], : Cambridge, (Massachusetts) : MIT Press, 2007.
· Leonard, Z., Woman, Aids and Activism, South and Press, 1990.
· Catálogo para la exposición “Zoe Leonard, Fotografías”, Museo Nacional Centro de Arte reina Sofía, Madrid, 2008.
· Conversación entre Lynne Cook, comisaria de la exposción Zoe Leonard Fotografías, y la artista neoyorkina celebrado el 3 de diciembre de 2008.
· Conversación entre Laura Nottingham (1963), 2008.
· Leonard, Z. y Brody, N., East River Park, 4minute super-8 black & white silent film.
· Die Magische Dose, Documenta IX, Cantz ed., 1992.

1 comentario:

WILKIN URBANO dijo...

Estoy muy de acuerdo con lo expuesto mas abajo, pues el que diga que nunca tiene algo que decir, ahí mismo se estas contradiciendo, pues es como decir, yo nunca digo una mentira (ya la has dicho, y talvez la mas grande), también es una contradicción creer que no tiene pecado, porque no tiene que decir.
Muy interesante contenido filosófico el que he leído aquí arriba, me a gustado mucho la introducción, de hecho fíjese la que mas me as gustado.

"Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y resisten la tentación de decirlo" , pero para una artista como Zoe Leonard no sería afortunado ni comprensible el hecho de que cualquier individuo vivo pudiera pecar de “no decir”. No haría falta crear una opinión ya que el sujeto con la simple acción de hablar, escribir, pintar, fotografiar… estaría (de) mostrando que tiene algo que decir, y el problema y decisión, sería del que no quisiera oír, leer, mirar u observar. Simplemente es así, Zoe Leonard tiene muchas cosas que decir, y va re-llenando los espacios a través de un lenguaje fotográfico que contiene lo cotidiano reconstruido a través de su mirada para intentar no olvidar todas aquellas cosas que han hablado.