domingo, 7 de diciembre de 2008

LA VIDA COMO UN PUZLE por Alejandro Rodríguez




El pasado 27 de Noviembre se inauguró en la galería Juana de Aizpuru (Barquillo, 44) la exposición de Wolfgang Tillmans (1968), artista nacido en Remscheid, Alemania, donde trabajó hasta finales de los 80. Después pasó por Londres, Nueva York, Berlín y más tarde otra vez a Londres, su actual residencia. En el año 2000 recibió el Turner Prize, el primero que se otorga a un fotógrafo, por su incesante renovación de los géneros fotográficos como el retrato, la naturaleza muerta, el paisaje, etc., a través de sus instalaciones, donde la propia combinación de sus instantáneas nos da la clave para interpretar cada una de ellas.

Esta función de auto-comisariado, es necesaria para Tillmans, que entiende la exposición misma como una obra de arte, un lugar, un espacio libre para encajar todas las pequeñas piezas que a la postre crearán un discurso y una nueva dimensión a la obra.

Esa sensación de puzle es la que notamos al entrar en la galería. Las fotografías se disponen a lo largo de los paramentos de blanco inmaculado como si fuesen las paredes de una casa desalojada, cuyo único rastro vital son las imágenes que sus dueños distribuyeron algún día por toda la estancia. Las obras no tienen nombre, ni fecha visible, incidiendo así en la idea de socialización, de integración, de sumisión de la individualidad frente al colectivo.

En cierta manera esta forma de exponer nos recuerda al proyecto Mnemosyne de Aby Warburg, donde se hacía hincapié en la necesidad de recomponer la memoria mediante un método puramente visual, sin concesiones al texto que, en ocasiones, nos condiciona más que nos informa.

La variación de formatos, temática, colores, técnicas, en las fotografías de esta exposición nos advierte de la heterogeneidad del conjunto y le da un aspecto de tablón de anuncios, el marco ideal para componer una historia variable, hecha de parches y remiendos, un testimonio sesgado a base de collages, enriquecido, al fin, por nuestras experiencias personales.

Por ello, la exposición puede dar la sensación de retrospectiva. Pero no. Se trata de obra (relativamente) nueva, realizada desde el año 2000 en adelante. ¿Y cuál es el hilo conductor?¿Qué tienen en común unas nubes en blanco y negro, con una hoja de papel plegada en forma de gota?¿O un hombre desnudo en la penumbra, al lado de un paisaje urbano? Pues esos son los acertijos que nos plantea Wolfgang Tillmans, quizá con la intención de que seamos nosotros mismos los distribuidores del aleatorio rompecabezas, acudiendo a nuestra propia subjetividad como única clave resolutiva.
De ahí se desprende una cuestión: ¿Pueden funcionar independientemente las fotografías? Sí, al menos eso espero por el bien del comprador. La contextualización de la que hemos hablado es una de las múltiples opciones que propone la obra de Tillmans, pero no la única.

Las vistas de nubes de tamaño colosal, realizadas en fotocopia del original, aguantan una nueva contextualización igual que cualquier fotografía. Así como la pequeña fotografía de una manifestación, o las superficies coloridas de papel doblado, o la instantánea del hombre acariciando su falo erecto que nos remite al Tillmans de los 80-90…Todas ellas son recuerdos que una vez transmitidos pertenecen al colectivo o a la persona que lo recibe. Así podemos comprender al Tillmans que apareció en revistas como i-D, Spex, Interview o The Face a principios de los 90, un fotógrafo preocupado por la temática gay, las consecuencias del SIDA (con toda una serie dedicada a su ex amante, el pintor Jochen Klein, muerto en 1997), las naturalezas muertas con mecheros y botellas de alcohol, los desnudos, y sobre todo, la intimidad. Porque si algo desprenden las fotografías del alemán es eso, un sentimiento acogedor, un asomarse por la imagen y percibir el olor de la familiaridad. El concepto de heimlich, propuesto Freud como contrario a lo siniestro, se hace patente ante el objetivo de Tillmans, cuya intención es, según sus palabras, crear un mundo en el que a mí me gustaría vivir.

Con la llegada del nuevo milenio el fotógrafo no aparca ninguna de sus propuestas si no que las amplía con un nuevo conocimiento de las técnicas de revelado y de fotocopia láser, lo cual le hace ser más pictórico, tendiendo hacia la sutileza, la pulcritud y la abstracción (aunque la base a veces sea una figuración). Y es que Tillmans, a pesar de ese aspecto “descuidado” de fotos pegadas directamente en la pared, o de los motivos “casuales” de algunas instantáneas, siempre controla al máximo los elementos del proceso fotográfico. Un cálculo milimétrico de la imagen que se extiende a todas sus instalaciones.

Hay quien dice que el alemán genera dudas, inquietud, en el espectador. Lógico. Como observadores, somos personas que entran en una habitación “empapelada” de recortes, dibujos, pósters, y demás recuerdos de pared. Pero no sabemos quién la habita. Sólo tenemos esas pistas sin nombre para recomponer la vida entera del fotógrafo Tillmans.

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